Siempre es difícil superar un rompimiento sentimental, ya sea de novios de mucho tiempo ya sea de pareja que comparte espacio y vida cotidiana o la mezcla de ambas; y es así porque un rompimiento de esta magnitud es lo más cercano a un fracaso personal solo que combinado con sentimientos profundos que te ubican en un estado de indefensión, vulnerable pues, y si a algo le tememos -otra vez generalizaré- en este mundo torcido donde el éxito está representado por la tenencia de un súper carro y harta lana en la cartera, es precisamente a su contrario: el fracaso, representado éste entre otras cosas por la paralización del cuerpo, alma y pensamiento que no sólo te impide avanzar sino peor, te hace sentir que has retrocedido años luz.
Tuve una novia con la que duré muchos años y siempre que veíamos o sabíamos de alguien cuyo infortunio personal l@ había llevado al filo del abismo de la momentánea soledad causada por la ruptura en su relación sentimental, así como los tumbos naturales con los que te conduces cuando tu tiempo se convierte en eso, recuerdo que le decía que eso pasaba cuando las parejas perdían el objetivo común y se conducían directamente al precipicio de la ruptura hasta que sucedía y entonces lo que veíamos era gente rota, vulnerable y con las tripas cargando y cuidando para que nadie las estropeé... más.
Muchos años duramos de novios -repito- hasta que dejamos de serlo y entonces me tocó vivir en carne propia los estragos del amor que falló, porque para romperse hay que sentirse primero pleno en en ese plano y -debo reconocer- yo estaba tan enamorado que hasta decía que algún día escribiría un libro sobre todas esas cosas que gracias al amor que sentía por ella habían nacido, crecido, reproducido -no se si esté bien escrito-, desarrollado y, que aún cuando pensaba que vivirían ahí así por un largo tiempo, finalmente murieron mal arrancadas de tajo y entonces ni libro, ni amor, ni novia, ni éxito, ni la chingada. Y lo que siguió fueron los tumbos.
A nadie nos gusta sentirnos fracasados, pero una vez que esto sucede sólo hay de dos: o lo afrontas y aprendes o te quedas en esa historia y te conviertes en una persona horrible que en cada paso que da busca y encuentra la venganza arrollando a todos los seres humanos que se te atraviesan en el camino.
Las personas deberíamos -y aquí me disculparé querido lector pues no es mi intención decirle qué hacer o cómo vivir su vida, pero estoy por cerrar la idea- aprender a no tirarnos al piso -para que no falte el lugar común- y comprender que la naturaleza de las cosas en esta vida es su caducidad, lo que no significa que tenemos que cometer el grandísimo error de matarlas antes de iniciarlas, sino aprender a disfrutar del ciclo natural de la vida y cultivar con mucho cuidado, cariño y placer cada uno de sus estadios para que duren tanto como la naturaleza de los cuidados que les hemos dado nos lo permita, y cuando llegue el final lo aceptemos con la naturalidad que le corresponde y le demos oportunidad a nuestra alma a recuperarse a través del duelo merecido después de haber dado todo de sí.
¿Qué qué fue de mi? Pues ya no escribí un libro pero me di la oportunidad de abrir este blog hace algunos años por otro amor que después me rompió otra vez en cachitos y como soy muy inquieto y creo firmemente en lo que he escrito, me podré romper -como ha pasado- una y otra vez que al final me basto para pegarme o coserme, total la vida se trata de vivirla... (y siempre habrá un roto para un descosido).