martes, 14 de febrero de 2012

El mundo gira... (De la serie Soy tu Fan...)

...Y a cada giro que el mundo da,
a cada vuelta que el planeta completa,
cada día pues, cada día que pasa
tu ausencia se vuelve más notoria.

¿Acaso no te has dado cuenta de
lo gris que lucen estas mañanas?


lunes, 6 de febrero de 2012

Hola... (de la serie Sueño de una noche de verano)

Todas la conversaciones inician con un saludo.

Es inevitable pues es como una formalidad con la cual se cree que se rompe el hielo, se es educado, o se intenta hacer que nuestro interlocutor nos reciba -por lo menos lo que tenemos que comunicarle- más fácil. De alguna forma esto es cierto, siempre un "Hola" es una buena manera de iniciar una conversación... aunque no necesariamente rompa el hielo.

Yo no puedo evitar decir hola cuando la veo. De hecho, creo que es la única palabra que puedo articular en un primer momento (y nuestra historia está llena de primeros momentos).

Eso me pasó desde la primera vez (éste es un ejemplo de un primer momento, de hecho es el primer momento), al no saber que decirle cuando por fin me decidí a acercarme a ella, sólo alcance a decir "hola" y sonreí. Para mi sorpresa, la respuesta fue otro hola de regreso enmarcado y engalanado por una sonrisa capaz de alumbrar el más obscuro y lejano rincón del universo... y me sigue sucediendo.

Lo siento, pero es una incapacidad a la cual, para no parecer estúpido -o al menos no tanto-, he comenzado a agregar algunos adornos que me permiten no sólo extraer una mejor sonrisa cada vez, sino acceder a ella al punto de casi poder asegurar que no puede sonreír de esa manera para nadie más.

Bueno, cada quien se figura lo que mejor le acomode del cuento -y éste es mi cuento-.

Y es el caso, esa sonrisa es sólo para mi porque va acompañada de un brillo muy singular de sus ojos y de un rubor tan discreto que sólo alguien muy observador podría percibir, incluso hasta sus labios adquieren un ligero tono de carmín que hace juego perfecto con la luminosidad de sus ojos y el cando de sus mejillas.

La estrategia pues, ha sido casi un éxito. Y digo casi porque si bien he logrado acercarme tanto que el otro día sólo medio la interrumpió -su sonrisa- para aceptar un largo y profundo beso que le robé en un arranque de valor sacado de... mmmmmm, la verdad no sé de dónde, también es cierto que no he podido atraerla a mi órbita lo suficiente como para que decida no irse más, entonces cada día sigo conversando con ella e iniciando mi plática con ese hola que sí ha "roto el hielo", adornado con diferentes miradas, abrazos, besos, palabras y cosas que permiten continuar una conversación interrumpida tan sólo por la distancia.

El objetivo es impedir que acabe como todas las conversaciones que terminan siempre igual... con una despedida.

Y dicen que las despedidas son muy tristes.

lunes, 9 de enero de 2012

Quisiera... (de la serie Músico, Poeta y Loco)

Quisiera detener el tiempo y perderme en tu sonrisa, explorar tus ojos y viajar a a través de su luz.
Quisiera contener la respiración y detenerme yo ahora en tu boca, rozar tus labios con un suspiro infinito.
Quisiera robar un pensamiento vivo de tu corazón y en tus sueños despertar tomado de tu mano, prendido de tu alma.
Quisiera realizar un viaje por todos esos caminos que conducen a ti y no regresar jamás.
Quisiera aferrarme a un grito de auxilio que me saque de la necesidad que sobre tu música siento para que tu acudas a ayudarme con esa melodía tuya que me atrapa y no me deja salir.
Quisiera andar sobre tu camino una y otra vez y regresar mi mirada al tiempo detenido para perderme en tu sonrisa...
... explorar tus ojos y viajar a través de su luz...


domingo, 1 de enero de 2012

Odio y Locura (de la serie misantropías pasajeras)


No odio a la humanidad, de verdad, sólo a algunos de sus más estúpidamente destacables elementos...

La primera vez que pensé -sentí- esto, fue cuando escuche a uno de mis compañeros de clase decir semejante sandez, propia de un -lo comprendo ahora- adulto de esos que se dicen sensantos, pero además, con una seguridad tal que fue para mi imposible no pensar en la posibilidad de acomodarle un puñetazo en su redonda y rosada cara... tenía yo tan sólo siete años.

Por alguna extraña razón me contuve -y quizá por eso me hubiera hecho acreedor a un premio nacional por mi destacada tolerancia, pero la palabreja en ese entonces estaba en desuso- pero aprendí a sonreír con cierto dejo de sarcasmo lo suficientemente imperceptible como para granjearme la confianza del sujeto, aunque también lo suficientemente sutil como para generar una franca duda sobre tal comentario, en su imaginación.

He aprendido que la vida es muy sencilla y que las mejores cosas se te presentan cuando menos complicaciones le pones, aunque para ello tienes que ejercer el muy difícil arte de utilizar el cerebro en aquella virtud que los científicos dicen no ha sido dada tan sólo al género humano: el de pensar, por eso existe una gra diferencia -me parece- entre ser una persona poco complicada y ser, digamos, simplón.

Es este el tipo de personas que más me parecen detestables. Pareciera como si el sistema las necesitara para funcionar y por eso no sólo las crea, sino que permite su reproducción en masa. Es como si no utilizaran esa parte del cuerpo a la que me referí hace un momento: el cerebro. No he podidio comprender cómo es que le hacen.

Quién no se ha topado con el clásico tipo(a) que cree que necesitas establecer comunicación -así, a fortiori- con alguién, y él -o ella, como dicen ahora que debe usarse para ser política y genéricamente correctos- está dispuesto a resolver esa necesidad que, nunca sobrará decirlo, no es otra que la que ellos mismos se han generado para sí, conscientes o no.

O con aquel otro que no es capaz de decir una sola cosa inteligente... pero no puede tampoco, mantener la boca cerrada; o, de los peores, el que tiene pretextos para todo, excusas que nacen de los profundo de su convicción y que se encuentran a flor de boca, listas para salir disparadas a la menor provocación generando para su creador esa sensación de confort -y hasta triunfo- que da hacerse el estúpido.

Bastante más insufribles son lo que sin tener un atisbo de gracia personal en alguna parte de sus ser, se hacen los chistosos, convencidos ellos plenamente, que han salvado el momento cuando algún otro se ríe, ya por compromiso, ya por complicidad, ya por sufirir de la misma ausencia -materia gris- que el autor del chiste facilón... y malo.

Como dije, desde los siete años comencé a identificar y hacer una especie de tipología de estas personas, la experiencia ha sido devastadora pues he descubierto que son la gran mayoría de los que nos rodean: en el trabajo, en la escuela, en la casa, en la calle, en la tierra ¡En todos lados!

Por eso decidí alejarme de ellos, evitarlos al mismo tiempo que implementaba criterios muy escrupulosos de selección de mis cercanos.

Ahora mismo los veo poco. La verdad es que desde que me encerraron aquí nuestras reuniones son cada vez menos frecuentes y de pronto hasta he olvidado a algunos de ellos...