Tenía apenas 17 años, jugaba futbol en el representativo de la Universidad a nivel bachillerato; el deporte no sólo te ayuda a desarrollar habilidades físicas sino también templa el carácter, y si es además de contacto te permite adelantarte al menos un paso a tu adversario, simplemente una cuestión de supervivencia.
En una de las pláticas del entrenador con el equipo, palabras más, palabras menos, él nos explicaba que a partir de nuestra preparación sería más difícil para nosotros jugar cascaritas con nuestros cuates sin parecer torpes. La razón era sencilla: todo el mundo juega futbol pero no significa que todo el mundo sepa jugar futbol, así. mientras nosotros seguíamos aprendiendo y practicándolo: movimientos con o sin balón, estrategia, jugadas de ataque y de defensa, etcétera, cuando jugáramos en la escuela o en la calle parecería que los que no sabían jugar seríamos nosotros. Y en efecto así era.
Con el paso del tiempo -y gracias a esa habilidad aprendida en el deporte y desarrollada más tarde en el ámbito profesional- esa misma experiencia se trasladó al ámbito personal.
Una búsqueda larga de mi identidad en la escuela de la vida -lugar común, eufemismo pues, que sirve para indicar que la vagancia ha sido parte de tu historia y al mismo tiempo pretender justificar que al menos te ha dejado algo “positivo” y no sólo una larga lista de dolencias y adolescencias- me obligó a observar detenidamente a las personas, cercanas a mi o no, que por alguna razón entraban a eso que llamo la órbita de mi vida, y, como en el deporte que elegí donde cada juego es el más importante, comencé a adelantarme un pasito nada más y descubrí que la gran mayoría de la gente puede ser predecible.
No se imagina todo lo que se puede descubrir con sólo observar un poquito a las personas. Es increíble como son capaces de preguntar por qué es que les pasan las cosas o les salen de tal o cual manera, sin sospechar, mucho menos pretender que pueden ser la causa de muchos de -sino todos- sus males.
La vida pues, -el eufemismo por delante que ahora me sirve para disimular una disculpa por lo que viene- me ha enseñado algunas cosas sobre las personas.
En el entendido de que es una generalidad, que siempre puede herir susceptibilidades y que de ser el caso es por que a usted le quedó el saco, comparto al lector -con la esperanza disfrazada de presunción de que esto será leído por alguien en algún momento de la vida- los sabios conocimientos adquiridos durante una larga vida y que pueden permitirle sobrevivir en esta sociedad en la que cada vez más importa menos realizar el ejercicio mínimo que se supone nos distingue de otros animales y nos sitúa -según dicen- en la cima de la cadena alimenticia: pensar...
Máxima número 1: La gente es pendeja.
Máxima número 2: La gente es pendeja y culera...
Y como dice House “todos mienten"...
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