Todos los días la veía pasar a través de la ventana, a la misma hora, de tantas veces que había sucedido ella ya sabía que él la miraba pero él no sabía que ella se había dado cuenta, ambos tenían una cita diario, y ambos también esperaban que algún cambio físico o químico o astral o azaroso -cosas tan simples como una lluvia repentina que le permitiera a ella detenerse al puerta de la tienda debajo de su ventana o tan complicado como un cambio en el eje terrestre que aún cuando destruyera el mundo la llevara directo a la puerta de su casa- cualquier cosa pues, que les permitiera dar el paso y conocerse.
Por alguna extraña razón ella no lo consideraba un acosador y él no se acercaba para no pasar como tal; y de algún modo ambos tenían razón, él la había visto por casualidad una tarde soleada, calurosa, del marzo otro poco loco en el que por la mañana había llovido con granizo y todo. Más que su rostro, que por sí mismo era hermoso, tenía un pequeño resplandor, ese que sólo las personas que son felices y que no cargan con peso que no les corresponde tienen y que las hace livianas, en efecto, ella caminaba de tal manera que parecía que no tocaba el piso; de eso se había dado cuenta él cuando la vio desde su su ventana: parecía que se dirigía directo hacia él y cuando vio su rostro se transportó a otra galaxia (muchas veces se imaginaba él mismo cambiando el eje terrestre) ¿Cómo le explicas a una extraña que has descubierto el secreto de la felicidad en la suya?
No pasó mucho tiempo para que ella lo viera a él, siempre con una taza de café, a veces en playera, a veces con suéter, siempre también fingiendo mirar para otro lado; ella se dio cuenta de que le importaba cuando se descubrió arreglándose mejor para él, ella, cuya actividad profesional la colocaba en la categoría de mujer exitosa, y sin embargo, otro día, a la mitad de una de esas juntas en el trabajo en la que hay que resolver algo importante, se encontró preguntándose qué haría ella el día que él decidiera tan sólo fijar su mirada por fin en la suya, ni que pensar si le dirigiera la palabra, qué le contestaría, cómo le explicas a un extraño tu necesidad de perderte para siempre en su mirada; no pudo más que sonrojarse.
Era una cita pues, el momento más importante del día en la vida de ambos, por lo menos en lo que respecta a sus vidas personales; pero habían pasado ya algunos meses y no habían hablado una sola vez. En realidad él temía que al escuchar su voz confirmara que ahí se quedaría para siempre aún cuando ella solo le dijera -No; y ella seguía sin saber que contestar.
Una tarde de agosto, cuando por fin llovió, él no estaba en la ventana, ella se fue acercando con la mirada fija a ese lugar en el que él siempre estaba parado fingiendo ver para otro lado, y entonces sintió como su cuerpo se estremeció pensando que podía haberle sucedido algo, fue entonces cuando al llegar a la tienda debajo de su ventana lo encontró esperándola con un café, una toalla y un paraguas bajo la cortina de la tienda, la lluvia repentina que ella había esperado llegó y él estaba feliz de que no necesitó que el eje de la tierra se moviera para verla aparecer en su puerta.
---Alexred---