lunes, 27 de marzo de 2023

Subconsciente... (de la serie Vivir sin aire...)

Apenas, en la última entrada de este blog (aquí pues) escribí sobre la experiencia de (casi) morir y la nada que la acompaña; esa oscuridad y silencio que siguen al acto de estirar la pata. 

Sin embargo, me quedé con un saborcito de boca agrio después de que un gran amigo me escribió: 

"Ya me lo eché, y qué crees Carnal yo si ví mi vida en fracciones de segundo cuando iba a morir ahogado, pero esos temas son muy subjetivos, lo único que sé es que a Dios gracias aquí seguimos cumpliendo nuestro objetivo de vida y la hora de dejar este mundo terrenal pasará cuanto tenga que pasar..."

No he platicado con él para saber el momento exacto de su visión, si fue antes de perder el conocimiento, lo que significaría que su visión fue parte de eso que antecede a la muerte y llamé accesorio; o si además pasó por un proceso de reanimación y fue antes de, digamos, regresar, donde se le presentó la película de su vida. 

Y entonces, sí hubo algo: una manifestación del subconsciente o algo parecido. 

Pero, me parece querida lectrora, querido lector, no una señal que nos indicara que hay algo más allá: un camino, una luz o un destino final. Sigo pensando que solo hay oscuridad... y silencio. 

No obstante, estas manifestaciones del subconsciente que se niega a dormir, yo también las he vivido. 

Les cuento: Estaba yo en el segundo año de preparatoria, al final del año de 1995. Había pasado la tarde en casa de mi amiga F, en el oriente de la ciudad, y me fui de ahí rumbo a casa de mi amigo JC -que, por cierto, fue quien me escribió el mensaje que reporduzco líneas arriba-; y de ahí nos iriamos a casa de las novias, -como nota al pie: eran hermanas- para, finalmente, irnos de fiesta pues viernes. 

Cosas de la conectividad en el entonces DFectuoso, un viaje de un camión y un pesero me llevaba de casa de mi amiga a casa de mi amigo. 

El punto es que no llegué a este último destino. Básicamente porque me atropellaron justo en el transbordo...

Sí, me atropellaron. 

Un camión de una y media tonelada que venía de la Central de Abasto me empujó y afortunadamente caí sobre la banqueta, sino, estoy seguro, el conductor se hubiera regresado a rematarme; ya ven que en México se dice que sale más barato un muerto que un herido -creencias de gente pendeja *dijo la señora-. 

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En fin, lo que recuerdo es que me bajé del primer camión en la parada correspondiente, una glorieta en avenida Año de Juárez, en la orilla del mero corazón de Iztapalapa; atravesé la primera parte de la glorieta caminando, normal, y en el segundo tramo, para alcanzar el segundo transporte, se me ocurrió por la prisa, atravesarlo en diagonal y ahí alguien alcanzó a gritarme "¡cuidado!"; yo volteó a ver y ya tenía el camión encima, pero haciendo gala de unos buenos reflejos, alcancé a dar un salto para atrás y, como basquetbolista, profesional crucé los brazos sobre el pecho y me preparé para recibir el golpe. El camión me alcanzó a pegar con la esquina del cofre -gracias al salto pro- pero no me libré del espejo, que generalmente esta muy despegado de la puerta para sortear la caja de carga. Éste me golpeó en el brazo y en la cabeza y, supongo, fue el que me empujó hacía donde terminé tirado, ensangrentado y madreado, en medio del camellón. 

Lo curioso es que lo recuerdo así por el registro hecho por mi subconsciente. 

Me explico. Todo lo que les describí estuvo antecedido por una discusión con mi amiga F (que en la realidad no hubo), el trayecto completo y, cuando recibí el golpe en la cabeza, desperté tirado y con la vista empañada por la sangre. Una vez que pude enfocar lo suficientemente bien para ver la calle en la que me encontraba, traté de levantarme y en ese momento una señora me dijo que no lo hiciera, que ya había llamado a mi casa y que ya venían a auxiliarme. 

¡No mames! ¿Cómo así? Si no llevaba ninguna identificación -la semana anterior me habían asaltado, si ya sé, mucho drama y un toque (toquesote) de mala fortuna-. 

Le pregunté de mi ronco y puteado pecho: -¡ah chinga! y quién le de dio mi número. La respuesta - Tú, te pregunté y me dijiste este número 656... ¿sí es ese?- preguntó. 

Y yo otra vez así de: ¡no mames..! Respondí -Sí, sí es. 

Es decir, yo atropellado, mayugado y herido, mientras soñaba que me peleaba con mi amiga F y recreaba el accidente, le recité a pregunta expresa mi nombre, el de mi madre y mi número de teléfono; y esto es algo que no tengo registrado en mi memoria. 

Mi cuerpo puteado y mi mente trabajando a mil por hora; vamos, que alguien tenía que responder ante la emergencia. 

Así que otra vez, no morí, no sé si estuve cerca; pero sí sé que estuve inconsciente y que mi mente no se detuvo a pesar del madrazo. 

Punto para la oscuridad y el silencio que -parece- sobreviene a la hora de morir.

Ustedes ¿que opinan? 

---Alexred---

miércoles, 22 de marzo de 2023

Morir... (o casi) (de la serie Vivir sin aire...)

Siempre que escuchas hablar sobre experiencias de encuentros cercanos con la muerte, la gente platica historias de como han visto pasar su vida completa en una fracción de segundos; o sobre seres de luz o seres de oscuridad que los rondan; o sobre imágenes de lugares increíbles, una especie de paraíso con mucho brillo o algo así...

Yo casí muero y les puedo decir que no vi nada.

Quizá la diferencia está en el "casi"; y no es menor, sin embargo puedo decir que es una expeiencia muy cercana y, efectivamente, no hay nada. 

Recuerdo un libro que leí de Ken Follet, se llama "Los pilares de la tierra", y cuenta la historia de dos albañiles -papá e hijo- en la temprana Edad Media, empecinados en construir una catedral. En algún momento de la historia se hacen de enemigo a un feudal, que en otro algún momento, ataca la aldea con sus secuaces, y aquí el narrador describe como, con un golpe en la cabeza, muere el papá entre la multitud: un golpe seco y lo que siguió fue la oscuridad. Nada más. 

Así pienso que llega la muerte a la mera hora. 

Y es que todo lo demás, y me refiero a lo que antecede a morir, desde una agonía convulsa hasta una muerte sorpresiva, fulminante, instantánea, no es la muerte en sí, sino un accesorio que la acompaña, para bien o para mal. 

Entonces, pues, un suspiro, un instante en el que todo se apaga y no vuelve a prenderse. 

Les cuento: estando ya en la plancha me colocaron la anestesia - un pinchazo y vas a sentir sueño casi inmediatamente, dijo el doctor y así fue. 

De pronto, no sabía cuanto tiempo había pasado, pero comencé a escuchar las voces del doctor y de su equipo. Mi primera reacción, recordando esa película que habla de las personas que sí se duermen con la anestesia pero su subconsciente no y se mueren de la angustía por lograr que los doctores se den cuenta antes de abrirles, fue abrir muy bien los ojos e identificar que partes de mi cuerpo podía mover para llamar la atención de los doctores; funcionó -según recuerdo- por que clarito escuche como sí se habían dado cuenta que estaba despertando. 

Una vez conseguido el objetivo me pude concentrar en otros temas: para empezar, ser consciente de que no podía respirar, ni hablar; principalmente porque mi cuerpo no tenía presión -como después me enteré- pero también porque tenía un tubo metido en la garganta. 

Fueron en total como 60 segundos de angustia, de deseperación, de miedo. Inmediatamente después me volvieron a dormir y entonces sí la inconscienca y la oscuridad. 

No desperté sino hasta cerca de doce horas después, en terapia intensiva. Resulta que primero se me subio la presión, hasta el décimo piso del hospital -tiene 10 y yo estaba en la sala de operaciones en el primero-, por eso me despertaron -es decir, que mi desesperación era infundada, pero que iba yo a saber-; y cuando me despertaron mi presión se fue a la sima, por eso me volvieron a dormir -por eso y porque me tenían que operar-. El punto es que me puse mal, muy mal y yo ni siquiera me enteré. 

Es decir, pude no haber despertado y ahí se hubiera acabado mi historia. Sin ver nada, sin que se me revelara nada... ni nadie. 

Afortunadamente desperté, y bien; mayugado por la operación y por supuesto por el paseo en montaña rusa de mi presión, mis niveles y todos sus amigos.

¿Significa algo?

Como dijo el poeta: no lo se de cierto, pero lo supongo. Y aunque parezca un lugar común, el tiempo lo dirá. 

Mientras tanto seguimos aquí, contando historias... y también aquí en YouTube jeje.


---Alexred---