Siempre me ha gustado el mar.
Quizá ésta fue una de las razones por las que escogí esa ruta para viajar a Texas. Partí de Xalapa antes del amanecer y para cuando salía el sol ya estaba yo llegando a Costa Esemeralda, es decir llevaba varios kilómetros bordeando el Golfo de México.
No recuerdo cuándo fue la primera vez que fui a la playa, pero me gusta pensar que fue amor a primera vista y recíproco, pues aunque impactado por su fuerza he hecho algunas estupideces las cuales no me ha cobrado el inmenso mar.
Me paro frente a él y es como si una extraña y hermosa melodía me llamara mar adentro, como si una voz me invitara hacia ella, puedo estar horas y horas jugando con las olas, disfrutando de la espuma, he nadado de noche, mar adentro, desnudo, borracho, enamorado, solo, con amigos, en pareja.
Conozco algunas playas de la República, varias en Acapulco donde además tengo mil historias con mi familia y con mis amigos, algunas en Colima -en Manzanillo una vez -cuando era joven y estúpido- nadé muy de noche y muy borracho (esta es una de las razones por las que cuando cumplí treinta mi primera exclamación/reflexión fue asegurar que ya había pasado la estadística y me convertía oficialmente en un sobreviviente de hasta mis propias pendejadas), por supuesto no volví a nadar así, aunque si me volví a emborrachar frente al mar; viví en los Cabos un corto tiempo y tuve uno de los mejores trabajos de mi vida, en la playa of course, aquí y en La Paz, también en Sinaloa, en Topolobampo por ejemplo viaje en el ferry, que además hizo mil horas cuando era un monopolio, hacia La Paz, en Oaxaca -Mazunte tiene un lugar muy especial en mi bitácora-, Quintana Roo, Yucatán, Tabasco, Campeche, Tamaulipas y por supuesto Veracruz.
De niño y adolescente recuerdo más el Pacífico y sus enormes olas en Acapulco y en algunas partes de los Cabos; aquí viví el terror que significa sufrir por primera vez un huracán por categoría 1 ó 2 que fue -y miren que lo dice alguien que vivió los terremotos de la CDMX en el 85-. Recuerdo perfecto la claridad del mar en Manzanillo y Mazunte y el frío mar de B.C.S.
Sobre el mar del Golfo de México solo recuerdo que decían que no era un mar bonito y que estaba contaminado por el petróleo que de ahí se extrae. Nada más alejado de la realidad.
Tenía 21 años cuando fui a Veracruz con mis amigos por primera vez, uno de eso viajes de la universidad que sirven más para las relaciones públicas -que incluyen borracheras de antología- que para otra cosa por muy académica que sea. Mi (ahora) compadre -jariocho él- tenía años invitándome, y yo el mismo tiempo negándome a ir. Error, cuando por fin me di la oportunidad de visitar ese hermoso lugar quedé prendido de la ciudad, del Puerto, de su malecón, de su comida, de su gente, de su mar.
Así debió ser mi primer contacto con el océano.
Una Tamaulipeca me dijo hace poco que si quería conocer playas chingonas -así me dijo, ¡y en Veracruz!- la fuera a visitar; pasé por ahí y me encantó la playa, me prometí llamarle pronto para que me de ese tour (y quizá otros besos).
Nadé en playas texanas, mismo mar que el mexicano, al final alguna vez fue parte de esta patria desgajada, pude ver delfines en libertad y conocer un poco del orden gringo -aunque dicen por ahí que pertenece a nuestros paisanos de Nuevo León que se inventaron una ciudad segura y con playa y mar ante la falta de todo eso en su propia tierra-.
Regresé por la misma ruta y antes como después de ida, atravesé la maravillosa huasteca veracruzana, pero eso es tema de otra historia y admiré por la tarde Costa Esmeralda, me permití ver el mar un buen tramo, manejé despacio disfrutando el paisaje, su sonido, su olor.
Al final recorrí un total de 3,000 kilómetros y regresé con bien a casa, con mil historias en la cabeza y con la sensación de que el mar y yo estamos bien...
---Alexred---
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