jueves, 27 de octubre de 2022

Soltar... (de la serie Vuela, vuela...)

Poco a poco se termina la emergencia internacional, los estragos del COVID-19 -los que se pueden ver, sentir- ya surtieron sus efectos y desnudaron las carencias de un sistema económico que promueve la desigualdad y que a la hora de la pandemia no respetó ni a ricos ni a pobres; aún así, vamos retornando a la nueva normalidad, aquella de la sana distancia y el uso de cubrebocas en espacios cerrados y concurridos. 

Y si bien pareciera que ya se acabó, hay que seguir cuidándose porque hay cosas sobre la enfermedad, sus secuelas y sus consecuencias, de las que no tenemos certeza, vaya ni siquera nos acercamos.

En algunos centros de trabajo, sobre todo en la iniciativa privada, la gente no volverá a las oficinas, todos será atendido desde casa, y la burocracia, esa siempre es más lenta, pero tiene ya otra visión sobre el valor de lo importante.

Acá donde estoy, depués de dos y años y medio encerrados, trabajando desde casa, por fin volví a la oficina y en la primera semana, tal vez por que llevamos cierta inercia ascendente, no me pesó tanto el cambio -aunque debo confesar que si extraño la dinámica en casa-, se lo atribuyo a que me gusta mucho lo que hago que no ha sido tan pesado. 

Hoy encontré un tiempo para arreglar el desmadre que había sobre mi escritorio: papeles que no tienen ningún valor, más que archivados, arrumbados, apilados en la espera de la limpia que algún día llegaría y que llegó hoy. Imagínense: dos años y medio sin atender de planta aquí más lo que ya había acumulado.

Resultado: las papeleras y mi escritorio despejados, de esas veces que sientes que a tu derecha hay un vacío que te jala hacia él sin que haya ya nada en lo que te puedas detener; bonita alegoría; piensen en toda la energía (buena o mala vibra, o de las dos) que estaba contenida en un espacio pequeño -porque tan poco es que ¡uf! que pinche oficinón, no, está tranqui-. 

Me siento como recién bañado. Listo para lo que sea que venga -que además creo que ya sé que es-.

Al final de lo que se trata es de soltar para seguir avanzando. Como los globos aerostáticos, que van soltando los sacos de arena, el lastre, pues, para poder subir sin peso. 

Eso debería ser una práctica común, pero a veces nos aferramos a las cosas, a los objetos y no reparamos en que mucho de eso a lo que nos agarramos con singular desesperación, no representa otra cosa más que peso muerto, lastre que nos mantiene estáticos, inmóviles.

Si me preguntan -que no lo han hecho, ya sé- les sugeriría que hagan el ejercicio de separarse de las múltiles pendejadas sin sentido que vamos acumulando junto con nuestro kilometraje personal, descubrirán que andar ligero por la vida ayuda a tomar mejores decisiones, o al menos tomarlas sin el peso de los problemas, que a veces ni nuestros son, que venimos cargando -también, a veces- sin necesidad. 

Ya verán como la vida comienzo a fluir de manera diferente.

Sean felices.

---Alexred---

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