jueves, 24 de noviembre de 2022

El placer de leer... (de la serie Vamos a dar una vuelta al cielo...)

Una de las habilidades que adquieres cuando desde pequeño usas transporte público, es la de leer durante los traslados. Ya sea para estudiar o por recreación, pero la lectura en el micro, camión, trolebús o metro ayuda a adelantar tareas y crea una sensación altamente satisfactoria de que estás aprovechando el tiempo -sobre todo si eres inquietito o un poco maniático... como yo comprederé-.

Una vez me pasó que yendo (de ir) de la casa de Pepe a la facu, iba (de ir) leyendo Crimen y castigo, de Fedor Dostoievski, en una edición de esas viejas que, según me acuerdo es de Historia universal de la literatura, esa que viene en dos tomos; y pues, yo solo traía uno: el primero, que era el que venía leyendo y según yo nunca se iba (tambien de ir) a acabar.

El caso es que en la última parte de este primer tomo se pone buena la historia y me clavé tanto que, de pronto, en serio, de la nada, sí se acabó el tomo y yo así de que con la taquicardia y picado con la lectura y sin poder continuarla, al menos no ese día.

Ya más grandecito me pasó con El Conde de Montecristo, pero ahora ya era yo un orgulloso elemento de la población económicamente activa, y saliendo del trabajo, tomé el metro, y como me aventaba casi toda la línea rosa, llevaba mi librote escrito por monsieur Dumas; y otra vez, bien clavado leyendo atentamente que el viejito se murió y como se le ocurre escapar, yo de traje, con abrigo, el pelo relamido porque lo traía largo, taquicardia otra vez; y sudando por los nervios que me causaba la lectura; y entonces lo avientan al mar por el acantilado y... no les miento, sentí el vértigo de la caída y grite y cerré el libro y me sequé el sudor de la frente; cuando me di cuenta la gente -que por la hora y la dirección no era mucha, afortunadamente- se me quedó viendo como con curiosidad... creo.

En fin, esto sale a colación porque a propósito de que en los próximos 15 días tengo 5 viajes programados, y todos implican largos trayectos ya por aire, ya por carretera; en esos viajes generalmente leo a ratos; y la verdad es que avanzo bastante; por ejemplo, en un trayecto a Oaxaca me leí un libro de Saramago completito entre la ida y la vuelta.

Y justo, apenas ayer, en un vuelo a Tijuana, terminé de leer una novela que ha escrito uno de mis mejores amigos; no se lo he dicho, pero, pienso que estte último tramo es el mejor de toda la historia -la cual, por cierto, una buena parte se desarrolla en esta ciudad fronteriza; y me causo la misma emoción de los ejemplos de arriba, sobre todo porque las últimas dos letras de la novela son mis inciales... ¡No mames! 

Pasan los años y el placer de leer no se termina... y sus sorpresas tampoco.

---Alexred---


jueves, 17 de noviembre de 2022

Serendipia... (de la serie Filantropías esporádicas...)

 Hay emociones que no se pueden explicar... pero sí narrar.

Aún y cuando el mundo parece girar como en unos de estos juegos mecánicos qe te hacen sentir como si te metieran en una licuadora: agitado, molido, revuelto, destrozado, etcétera; aún en medio de la recesión económica y la guerra en el mundo; incluso más allá del $%&" COVID 19; a pesar de todo eso, siempre hay cosas, momentos que pueden llenarnos de felicidad, o al menos, aliviar la carga pesada de nuestro día a día: 

Un saludo a la mitad de la calle; un mensaje de una persona en la que has estado pensando; recibir una buena noticia; pensar en lo que vas a hacer hoy que saliste más temprano de trabajar; preparar tu partido de futbol del fin de semana; encontrar un billete en la chamarra que tenía meses que no te ponías; caminar de la mano con tu pareja; tomar una cerveza con un amigo al final de la jornada; alcanzar despiertos a tus hijos o hijas o ambos; recibir lengüetazos de felicidad de tu perro; que tu gato se te acerce con la colita parada; encontrar un pájaro en la calle y ayudarlo a levantarse; voltear al cielo y mirar al sol ponerse; o ver pasar una estrella fugaz...

Un flash back de un momento de la infancia; escuchar por ahí tu canción preferida; una llamada de tu abuela; recordar de repente algo que habías olvidado; encontrar un lugar para sentarse en el vagón del metro; recibir noticias de tu mejor amigo; un café por la mañana; un colibrí en tu ventana; una foto muy especial apreciendo sin razón en tu teléfono; tener una epifanía; saber que ya vas a llegar a donde te diriges; leer un fragmento del libro que te acompaña; recibir una buena calificación en la escuela; escribir la útima línea de tu ensayo; escuchar en vivo o por teléfono un te amo...

Decidir rescatar un gatito que te encontraste en la calle; ser rescatado por un gatito que te encontraste en la calle; que alguien te invite a ver una película; escuchar una frase de agradecimiento; encontarte en la tiendita tu dulce favorito...

Hoy fue un día pesado; pero me dio tiempo de disfutar dos cosas de estas que no esperas: 

  • Dos videos de como una mujer mexicana, atleta, ganó la semifinal, primero, en el último segundo y la final después, del torneo Mundial de Tae Kwon Do; casi lloro de la emoción en la semi y se me enchinó la piel de ver el triunfo y su festejo: y, 
Una bobada:
  • En el cajón de mi oficina, al sacar la bolsa con dulces para rellenar el contenedor que tengo para las visitas, me encontré ¡un bubulubu..!
Jajaja. ¡Me dieron tanto gusto! que hasta una entrada en el blog ha merecido...

Días así son redondos -sobre todo si tomas en cuenta que en este momento sigo en la oficina-, ya si te ganas el premio gordo de la lotería es vanidad...

¿A ustedes que los mueve?

---Alexred---

viernes, 11 de noviembre de 2022

Volar... (de la serie El mundo unido por un balón...)

El sábado volé...

Casi todos los niños de niños queremos ser futbolistas de grandes. Esta es una verdad casi absoluta y de alguna manera, todos lo intentamos hasta que se nos chinga la rodilla. 

Pero, lesiones -pretextos, causas, motivos- aparte, el futbol, como casi cualquier actividad deportiva, ayuda a desarrollar el carácter, algunos valores importantes para la vida y rasgos de nuestra personalidad.

Yo, por ejemplo, le perdí el miedo a los golpes, recibiendo balonazos y alguna que otra patada durante los entrenamientos, aprendí a plantarme frente a las personas y proteger mi espacio personal y despues de eso me volví loco y pude jugar otros deportes de contacto a nivel de competencia amateur.

Una de las lecciones más importantes que aprendí de un entrenador fue cuando nos dijo que "todo el mundo juega futbol, pero eso no significa que sepa jugar futbol, y entonces ahí están ustedes corriendo buscando espacios, con técnica, que parece que los que nos saben jugar son ustedes", y eso aplica para la vida.

Ahí anda uno tratando de hacer las cosas bien y de pronto volteas y todo el mundo está hecho un pinche desmadre, transando, haciedo las cosas más o menos -en realidad menos que más-, administrando la pashuatez -consciente o no-. 

Pero esa es otra historia...

Déjenme regresar: Con el Mundial en puerta, no puedo dejar de pensar lo que el futbol me ha dado: satisfacciones; triunfos; liderazgo; trabajo en equipo; uno que otro madrazo -físico y espiritual-, buenas relaciones públicas (¿o a poco creen que solo con el golf o el tenis se puede?); y también amistades importantes.

Perder esta idea de que el futbol nos va a dar de comer, perdida en el momento que se nos rompió la rodilla, no impide que sigamos disfrutando de jugar, con pasión. Se sorprenderían de ver las ligas de barrio de las personas de más de 60 años.

Yo, después de que casi juego de manera profesional, y que cada vez que veo un balón me vuelvo loco, dejé de jugar mucho tiempo. De hecho, deje de hacer ejercicio mucho tiempo. Y cuando se me presentó la oportunidada en un nuevo trabajo, organicé el equipo y me apunté como portero, cuando la última vez que lo hice fue a los 8 años, con la única finalidad de jugar todo el partido -por aquello de la (falta de) condición : ¡Vaya sorpresa! resulté buen atajador.

Yo que toda la vida jugué de delantero goleador, encontré que la portería es igual de relevante que la delantera: en realidad no hay diferencia entre anotar un gol o evitarlo; entre fallar frente a la portería o teniéndola detrás. Ambos, -yerros o aciertos- se ven reflejados en el marcador. 

Pero lo más importante uno puede volar...

No es lo mismo soñar que vuelas como Superman, el Hombre Araña o Hulk -sí he soñado que vuelo así, de a brinquitos, jeje- que lanzarte en serio para detener una pelota... lo había hecho de manera muy vertical, como portero profesional, se los prometo, pero lo del sábado pasado... ¡uf! 

Clarito sentí como me impulsé, con la estirada de brazos me levanté del piso, detuve el balón y caí rodando. De hecho, la caída me dio una idea del tamaño del brinco, pero no lo tenía taaan claro. Hasta que me lo contaron: según yo me lancé para sacar el balón que iba pegado al poste y lo alcancé; pero me dicen que en realidad lo saqué del ángulo (sí, sí, de donde dicen que las arañas hacen su nido), lo que significa que brinque más de 2 kilos de tortilla. ¡No mames, volé!

Se acaba el año y con él, la temporada;  comenzaremos a jugar liguilla -porque clasificamos por primera vez en tres años- y ya les contaré como cerramos el año: ya como delantero, ya como portero. El chiste es disfrutar el juego... y seguir volando. 

---Alexred---

jueves, 3 de noviembre de 2022

Somos arena de mar... (de la serie Life goes on...)

Dicen que somos polvo de estrellas, pero esa es una visión muy, muy lejana de nuestos orígenes; y aunque pudiera se cierto, yo diría que más bien somos arena de mar...

Cada vez que estoy frente al mar me siento atraído por su inmensidad, no lo puedo evitar, es hipnótico: su singular sonido, su olor, sus diferentes colores; no necesitas de sirenas para perderte en él.

La vida en este planeta comezó ahí: en los océanos; y aún hoy sigue siendo responsable de ella. Durante siglos ha sido el provedor de alimentos para la raza humana -incluso antes de la invención de la agricultura- y es el productor número uno del oxígeno que nos mantiene vivos -no solo a nosotros-. 

Hoy en día, sus profundidades siguen siendo un misterio y continuamente se descubren nuevas -es un decir- especies, milenarias formas de vida que se niegan a desvelarse ante nuestros ojos. 

Quizá por eso me atrae más. Nadar en esa inmensidad y saber que hay organismos que pueden ser más grandes, más rápidos, más peligrosos, conviviendo de alguna manera con nosotros, aunque suene a masoquismo puro, no deja de ser un poco encantador. 

Desde muy niño conocí el mar y desde entonces he quedado prendido de él -ya antes he platicado de eso-, no de la manera como un marinero que ha decidido vivir del y para el mar. No; más bien de una manera más romántica: mojar los pies con su oleaje mientras se hunden en la arena es una manifestación del subconsciente tratando de establecer contacto con el origen de la vida en la Tierra; nadar en el mar es la representación tangible de nuestro deseo de volver a él.

Por eso hay gente que le tiene miedo, porque siente que si se deja seducir por él, es muy probable que ya no quiera regresar... ni que el propio océano se lo permita.

---Alexred---