Muchos días del año al salir de la escuela nos íbamos a la casa de los primos, esa casa vieja que adquirieron los bisabuelos cuando por fin se pudieron establecer en la Ciudad de México. Sobre una avenida que con la llegada de la "modernidad" se convertiría en eje vial, pasábamos las tardes cuatro niños con mucha energía, dos mamás muy jóvenes, la abuela y al principio de los años la bisabuela y el bisabuelo, aquellos viejos que nos enseñaron un chorro de cosas, antes de que se fueran de manera permanente a Cuatla (Bitácora de viaje...).
Ubicada en una zona "popular" el nombre de la colonia te decía mucho de su origen: granjas...(algo), no importaba, la casa tenía lo necesario para divertirse horas y horas y horas..: un pequeño jardín delantero donde se podía jugar con la tierra; un patio sin techar donde cabía un automóvil, dos puertas de acceso: una al fondo que era la entrada a la cocina y otra a un costado que era la entrada a la sala: un pequeño patio trasero con una especie de bodega que nunca supe que tenía adentro - de hecho esta covacha ha sido motivo de unos de esos sueños recurrentes en el que su interior te llevaba a otras habitaciones secretas...-; un techo alto que permitía tener una azotea de una altura considerable, con una ventaja: te conectaba fácilmente a la casa de a lado en donde las vecinas eran dos niñas que ocasionalmente se incorporaban a nuestras tardes (como nota al pie, después de que vendieron la casa, los nuevos dueños construyeron un piso más y cuarto en la nueva azotea cuya puerta de entrada daba a la nada. Sí, esas costumbres extrañas chilangas que en este link Costumbres raras... pueden seguir)
Como ven, queridos y queridas, para unos niños era un palacete.
Pues bien, entre las actividades que había que hacer era ir al mercado. Para quienes no conocen, en la Ciudad de México existen espacios establecidos en las colonias con el objeto de ofrecer alimentos y demás enseres a precios, digamos populares: es decir el Perisur del pueblo.
La verdad es que la única razón por la que nos gustaba acompañar a los adultos al mercado era por que había un solo puesto que vendía gelatinas, y si bien había de todos los sabores y presentaciones, lo que más nos gustaba eran los cuadritos de sabores que te vendían en una bolsa a la cual le podrías además pedir que le pusieran rompope...
Sí ya sé, pero por alguna razón los adultos nos permitían a los niños tomar rompope...
Es en serio, pero esta es otra historia.
Hace dos entregas les platicaba de los placeres simples (Imágenes...) y comer cuadritos de gelatina con rompope es uno de esos recuerdos de la infancia que no se pueden olvidar. Quizá tenga que ver con la evocación a un lugar feliz en la memoria; o tal vez a la relación de la gelatina en la familia:
En algún momento de la vida mi abuela materna (mi hermosa mamá Chabela) vendió gelatina; y la familia de mi papá -sus abuelos y en algún momento él con sus hermanos- también tuvieron un puesto en el mercado de Peralvillo donde vendían gelatina... en cuadritos y con rompope.
En fin, todo esto porque a mis 43 años disfruto del dulce postre y apenas está semana en casa preparamos los famosos cuadritos.
¿Ustedes gustan?
---Alexred---
yo si gusto!
ResponderEliminarCon gusto pero podemos empezar por saber quién eres... ¿no?
ResponderEliminarSon de los tantas cosas que nos hacen ver qué la vida es maravillosa y que al cumplir cierta edad vemos que si tenía sentido y ese sentido estaba en cosas tan sencillas que nosostros disfrutabamos, eramos felices y no lo sabíamos jejeje. Saludos mi estimado.
ResponderEliminarQue bellos recuerdos hijo , se lo leí a mamá Chabelita , y se emociono mucho
ResponderEliminarComo no recordar esos momentos, en lo particular me gustaba acompañar a mi abuela paterna al mercado porque siempre me compraba mi gelatina con rompope. Y a la fecha no puede faltar el rompope en casa para acompañar mi gelatina. No sabe igual pero me hace recordar esos momentos que pasaba con mi abuelita.
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